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Análisis de San Manuel Bueno Mártir

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Análisis de San Manuel Bueno Mártir

La literatura tiene muchas maneras para expresar un tema. Por medio de ella, un autor puede expresar sus creencias, ideologías, esperanzas, y punto de vista en la vida. La literatura tiene una manera de reflejar la cultura e ideologías dominantes del tiempo del autor. Por ejemplo, la guerra entre España y los Estados Unidos en 1898, que se llama la guerra hispanoamericana, produjo un grupo de autores conocidos como la generación del 98. Ellos proclamaron el fracaso de la España tradicional y abogaron por la creación de una política nueva y un nuevo espíritu nacional que sustituya a los antiguos valores. Esta opinión política fue resultado de la guerra hispanoamericana. La guerra terminó el Imperio español, y España ha ido disminuyendo como un poder imperial desde el siglo 19 como resultado de la invasión de Napoleón. La pérdida de Cuba provocó un trauma nacional debido a la afinidad de los españoles peninsulares con Cuba, que fue visto como una provincia más de España y no como una colonia.

Uno de los autores famosos de la generación 98 es Miguel de Unamuno. Unamuno fue poeta, novelista, autor teatral y crítico literario. Su filosofía era una negación de cualquier sistema y una afirmación de “fe en la fe misma” que impregna toda su producción. Unamuno da al lector una perspectiva diferente de religión y la felicidad en su obra San Manuel Bueno Mártir. La lucha entre el anhelo natural de inmortalidad de todo ser humano y el escepticismo instigado por la lógica, forma el tema recurrente de su obra. Esta obra narrativa alude a una crisis religiosa de Unamuno mismo. Este ensayo se analizará los temas y símbolos significantes de la obra y su relación a Unamuno y el tiempo en España.

La lectura de San Manuel Bueno, mártir es más complicada de lo que pudiera pensarse a primera vista. El autor estaba muy orgulloso de la novela y dijo, “Tengo la conciencia de haber puesto en ella todo mi sentimiento trágico de la vida cotidiana.” Unamuno escribe esta historia con el fin de aumentar su propia fe religiosa con personajes que viven sucesos paralelos a través de historias bíblicas. En este proceso, Unamuno es capaz de dar aspectos concretos y debido a esto, es más fácil para él para eliminar las dudas de a la fe ciega. El autor crea paralelos entre sus propios personajes inventados y los de la Biblia. Unamuno hace estos paralelos para hacer una transición entre las creencias bíblicas y sus propias dudas y creencias agnósticas.

Un ejemplo de los paralelos bíblicos es entre Don Manuel y Jesucristo. Los dos tienen el mismo nombre: Manuel (Emmanuel), que en hebreo significa “Dios con nosotros”. Este comparación quiere indicar que Don Manuel entre el pueblo de Valverde es semejante a Cristo entre los hombres. Esta paralelismo es muy claro en que Manuel le pide a Ángela que haga una oración “también por Nuestro Señor Jesucristo” y al llegar a su casa, ella recuerda las palabras “de nuestros dos Cristos, el de esta tierra y el de esta aldea”. Unamuno comparó Don Manuel y Cristo en que los dos fueron mártires. Jesucristo fue un mártir para el cristianismo y Don Manuel fue un mártir por estar dentro de la religión y no ser creyente.

En varias ocasiones se hace referencia en la novela a la figura de Moisés: él condujo a su pueblo hacia la tierra prometida, aunque murió a sus puertas, sin llegar a pasar en ella por no haber creído la promesa de Dios. El paralelismo entre don Manuel es y Moisés es evidente. Manuel lo reconoce antes de morir y dijo, “y el Señor le mostró toda la tierra prometida a su pueblo, pero diciéndole a él: ‘¡No pasarás allá!’ Y allí murió Moisés y nadie supo su sepultura. Y dejó por caudillo a Josué. Sé, tú, Lázaro, mi Josué. Como Moisés, he conocido al Señor, nuestro supremo ensueño, cara a cara, y ya sabes que dice la Escritura que el que le ve la cara a Dios, que el que le ve al sueño los ojos de la cara con que nos mira, se muere sin remedio y para siempre. Que no le vea, pues, la cara a Dios este nuestro pueblo mientras viva, que después de muerto ya no hay cuidado, pues no vera nada..."

También hay un paralelo bíblico entre Lázaro de la biblia y Lázaro de la obra. Los des personajes llegan a ser amigos y un apoyo del personaje central de sus debidos cuentos. Y los dos encuentran una nueva vida por sus señores. Lazaró vivía en América, per regresó al pueblo. El viene con ideas progresistas y liberales y no se fía de la iglesia. Es un símbolo de como el mundo veía a España en eso tiempo. Pero, poco a poco, se convierte en un confidente de Don Manuel.

Algunos de los temas más importantes son representados simbólicamente por la aldea, el lago y la montaña. El lago y la montaña van juntos. Unamuno los utiliza creando un significado que se trata de la tragedia que desarrolla el libro, la misma tragedia del autor que está personificada en el párroco. Esta tragedia es la de la duda y la fe. Unamuno explica el simbolismo cuando escribe, “Y no era un coro, sino una sola voz, una voz simple y unida, fundidas todas en una y haciendo como una montaña, cuya cumbre perdida a las veces en las nubes, era don Manuel. Y al llegar a lo de ‘creo en la resurrección de la carne y la vida perdurable’, la voz de don Manuel se zambullía, como en un lago, en la del pueblo todo, y era que él se callaba.” La voz del pueblo en su proclamación de la fe se compara a la montaña, y el silencio que demuestra la falta de fe se compara al lago. También la nieve tiene un parte importante del simbolismo del poder creer y la unidad. La nieve cae en la montaña y se queda, pero la nieve que cae en el lago se disuelve. Así el pueblo con fe se queda unido, per sin ella la unidad del pueblo se disuelve en el lago de duda. El pueblo vive en la aldea que se encuentra entre el lago (la duda) y una montaña (la fe). Este lugar simboliza el estado de don Manuel que quiere creer en Dios, pero no puedo debido a sus dudas. Unamuno también expresó sus sentimientos de estar así cuando dijo, “Nadie ha logrado convencerme racionalmente de la existencia de Dios, pero tampoco de su no existencia; los razonamientos de los ateos me parecen de una superficialidad y futileza mayores aún que los de sus contradictores. Y si creo en Dios, o, por lo menos, creo creer en Él, es, ante todo, porque quiero que Dios exista, y después, porque se me revela, por vía cordial, en el Evangelio y a través de Cristo y de la Historia. Es cosa de corazón.”

Ángela, la narradora de la historia, ya con muchos años redacta la historia para dejar constancia de lo que sabe de Don Manuel. Ella y Lázaro son los únicos dos que saben el secreto de Don Manuel. Ella es la única persona del trio de caracteres centrales que realmente tiene fe y que cree en una vida mejor. Unamuno juega con la palabra ángel al dar el nombre Ángela. Ángela tiene el papel de un ángel de guarda de Lázaro y Manuel porque ella siempre ora por su salvación.

Hay un símbolo importante en Blasillo, el tonto del pueblo, a pesar de que no parece ser un personaje importante. Blasillo es una persona buena pero le falta inteligencia. Él representa la fe ciega y la voz del pueblo. El pueblo está guiado por un párroco que no cree, igual que Blasillo sigue al sacerdote y repite sus palabras. Es como un animal que está guiado por su instinto. Igual que el pueblo instintivamente busca seguridad en San Manuel, sin importarle si este cree o no. Blasillo repite, “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?” y al hacerlo subraya sin quererlo la frases divinas que pronuncia don Manuel. Es intersante que en el momento que se muere Manuel, Blasillo también se muere. Es el evento que simboliza que la fe ciega que tiene el pueblo en Manuel muere con él.

Todos los temas y símbolos de San Manuel Bueno Mártir se tratan de la fe. La novela gira en torno a las grandes obsesiones de Unamuno que son la inmortalidad y la fe. La historia compara la alternativa entre una verdad trágica y una felicidad ilusoria. En la exploración del significado de la vida y la muerte, la historia describe la experiencia Manuel, que no tiene la fe, como una de soledad y desesperación. La fe religiosa se presenta como nada más que una ilusión, mantenido por el hombre común como medio de consuelo contra la desolación de un mundo sin Dios. Unamuno mismo desea tener una fe fuerte en Dios, pero por sus dudas no puede estar seguro de su existencia. La Filosofía de Unamuno no fue sistemática, sino una negación de todos los sistemas y una afirmación de fe "en sí misma". Su gran preocupación fue por la situación en que se encontraba España en ese tiempo.
En conclusión, Unamuno, el gran escritor de la generación de 98, escribió San Manuel Bueno Mártir para evaluar sus propias dudas en la fe y la religión. Unamuno resumió su credo personal cuando dijo, "Mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aun sabiendo que no voy a encontrar mientras viva."

Bibliografía
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Abellán, José Luis. Miguel de Unamuno a la luz de la psicología : una interpretación de Unamuno desde le psicología individual. Madrid, Spain: Editorial Tecnos, 1964. Print.
Gallardo, Eduardo Godoy “La religion y literatura en San Manuel Bueno, Martir de Miguel de Unamuno”. (Spanish Language, Literature, & Culture)." Michigan Academician34.1 (2002): 104. Literature Resource Center. Web. 17 Sep. 2012
Miguel de, Unamuno. San Manuel Bueno, Martir / Abel Sanchez. Miami, FL: Lectorum, 2004. Print.

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