Corría el año 185 A.C. en la Ciudad de Éfeso, lugar que Mathias había elegido para pasar temporalmente, siendo la medida del tiempo lo que a él menos le interesaba. Él vivía atormentado por la batalla que perdió. En un punto un aficionado y defendedor acérrimo del valor del tiempo, ahora se veía transitando por el sin apuro, situación que venía siendo la misma por varios años ya, de hecho podía ser casi dos décadas, de la última vez que se encomendó a su tan preciado tiempo. Recorría las calles pálidas de la ciudad que una vez había tenido muchos templos, los iba perdiendo cada vez más, eso debido a la ocupación romana, cosa que tenía preocupado a Mathias, mas sin apuro, pero su preocupación era justificado, puesto que él le había sido fiel a Aníbal durante toda su vida joven de militar y estratega. Por supuesto los romanos ahora descansaban más felices y tranquilos a sabiendas que el mejor estratega de todos había tomado su propia vida, con tal acción ayudo a muchos de sus antiguos camaradas a pasar con un perfil más bajo, y desarrollar vidas más relajadas sin la constante atención del Imperio.
Mathias iba ataviado en sus clásicas vestimentas ya, un largo camisón que llegaba hasta los pies y las sandalias, además de una faja rojiza que cruzaba por su cintura y una túnica que cubría su cabeza, en esta ciudad no era raro encontrar personas de varias procedencias, pero aun así él no podía utilizar el clásico turbante de su pueblo, o el traje militar que lo había acompañado en sus mejores momentos. Por extraño que suene, el detestaba pelear, para ser más precisos, su misión era siempre evitar al enemigo, elegir la mejor vía – que no siempre era la más corta – para no desperdiciar hombres, o en el eventual caso de que se trate de una situación inevitable pues asegurarse de que en el combate la menor cantidad de vidas sean desperdiciadas, estos principios eran los que lo unían a Aníbal y hacía que tenga tal respeto y admiración hacia él.
Una de sus campañas más atrevidas y difíciles, sin embargo con la que más daño realizó fue el cruce de los Alpes para desembocar en la región de Turín, que posteriormente los llevaría a la batalla de Ticino, luego a Trebia y en 217 A.C. ya marchaban hacia Bolonia en su camino hacia Roma, pero es aquí precisamente donde todo cambiaría, puesto que el dolor y las heridas de guerra les llegan a todos, y así Mathias que iba con los jinetes de la avanzada llevaban 6 días de ventaja al resto del ejército, se encontraron con una pequeña cantidad de soldados romanos que hacía ese mismo papel, y luego de una pequeña escaramuza entre ambas partes los cartaginenses resultaron victoriosos, varios murieron, otros tantos regresaron enseguida para darle la noticia a su general, y otros como Mathias Habían resultado heridos, y tuvieron que quedarse en la vecindad curando sus heridas. Así fue en la noche que mientras se encontraba perdido del resto de sus compañeros y sin fuerza ya para caminar más golpeó puertas en vano , hasta que valiéndose de su dominio de varios lenguajes pudo hablar con una muchacha, que el a primera vista pensó que la alucinaba, que no podía ser cierto, que tal gracia solamente se le podría presentar a puertas de su inminente muerte, así que con tal pensamiento en su nublada mente, le empezó a decir a esta muchacha de ojos verdes , cabello rubio, y lo que el distinguía como pecas en su rostro posiblemente por el sol de la región: * Agradezco tu presencia en este momento, jamás me imagine irme tan pronto, con tantas cosas por hacer aún, con tantas metas por alcanzar, pero si alguna vez pude haber elegido un momento para que mi tiempo se agote, sin duda hubiese deseado que alguien como tu sea quien me lleve. * La mujer respondió: Hablas como si se tratase de tu final, y que difícil trabajo el que me has encomendado. * ¿Pero, cómo? Si eres producto de mi imaginación deberías decir algo más acorde, como todo va a estar bien, solo sigue mi camino, si algo así me gustaría. * No puedes ni siquiera imaginar lo que pienso, primero que nada soy de carne y hueso, luego no te voy a llevar a ningún lado que no sea la parte posterior de mi casa, tienes heridas que curar y fuerza que recuperar, me haré cargo de ti, tan pronto dejes de balbucear cosas sin sentido te vas de mi casa.
Mientras trataba de escuchar sus palabras, su conciencia lo abandonada, solo sonreía no sabía porque, o tal vez si, sabía que su tiempo no se podía acabar ahí, lo único que supo fue que ella era real. Por lo tanto aún tenía trabajo por hacer, y le pidió a sus dioses un poco más de vida prestada.
Durante la noche y el día siguiente durmió, hasta que al fin pudo mantener sus ojos abiertos, y su primera imagen fue ella, de espaldas, con ese cabello largo casi hasta le cintura, muy recto, y suelto, apenas pudo decir gracias. Ella lo vio y se alegró de que despertara por un momento pensó que su barbado huésped no vaya a salir de ese sueño en el que se hallaba. El resto de la tarde casi no hablaron, porque no encontraba palabras para poder explicarle lo que su intervención había sido para ella, y ella porque después de verlo por 5 minutos su atención se desviaba a otra actividad, y a otra y a otra. Sin embargo ambos estaban intrigados el uno con el otro. Así que sin más rodeos por la noche, el habló: * Disculpa me parece que te estoy en deuda, por favor déjame prepararte algo de comer, a través de los viajes he aprendido diferentes técnicas y sazones varios que pueden deleitar tu paladar. * Ella replicó: Pues me parece perfecto, porque lo que yo cocino solo lo aguanto yo, es decir que por mi puedes preparar cuanto desees, pero debo advertirte que si no me gusta te lo diré, y no te ofendas, solo digo la verdad.
Después de un par de horas de preparación a la final tenía el plato listo para ser servido y degustado. Para sorpresa de él, ella no mentía tan pronto acabo el platillo, se lo dijo, que no le había gustado. * No me gustó lo que has hecho, gracias por tu esfuerzo, pero debía decírtelo. * ¿No podías ser más cortés y a menos pretender un poco? * No lo he hecho y no pienso empezar ahora, no me parece algo malo, si fuese de esa forma, me gustaría cambiarlo, siempre hay espacio para mejorar, y cuando encuentro algo que no me gusta de mi hago lo posible para cambiarlo. * Pues tienes razón no lo había pensado así. (Ese tipo de pensamiento lo atraía de verdad)
No deseaba nada más que agradarle. No sería así por esa noche.
A la siguiente mañana él había recuperado fuerza suficiente para poder emprender su viaje de regreso, aun contaba con tiempo y todo indicaba que ella no lo deseaba más ahí. A su sorpresa en aquella mañana ella estaba particularmente feliz, y le ofreció una caminata por los alrededores para que se familiarice con el terreno, después de todo estaban en guerra y ella lo sabía, había tomado su decisión, en las pequeñas acciones del joven vio bondad así que se decantó por ese bando, mientras caminaban, ella realizo todo tipo de preguntas, normales, sobre comida, gustos y colores, y raras, como situación extrañas y cómo reaccionar ante las mismas, lo que ella no esperaba es que el tuviera respuestas a todas y cada una de sus preguntas, y no solo eso sino que a partir de ella se inventaba historias más largas, con más personajes que ella fascinada se quedaba escuchando por horas, sin darse cuenta había dado la noche, y con ella se fue el asombro y su atención, y se fijaba en cualquier otra cosa, menos en él. Era como si por la noche cambiase a otra persona, seguía siendo la misma en definitiva, solo ya no le interesaba de huésped de la misma manera.
Al día siguiente el despertó más temprano que ella y le preparó el desayuno, que en esta ocasión le encantó, mientras comían en la parte posterior de la pequeña casa, e empezó a contarle sobre su travesía, los pueblos que había encontrado las personas con las que había hablado, a lo que ella ponía todos sus sentidos para escuchar y preguntar acerca de dichos lugares y tales personas, cosas así encantaban a Mathias, que sin darse cuenta, ya no deseaba irse, sentía que el tiempo no lo apremiaba. Hasta que llegaba la noche y su presencia parecía más que agradar, estorbar, no se daba por vencido, de toda formas intentaba mantenerla sonriendo como lo hacía en la mañana, y ponía todo de sí, hasta cantaba canciones y si podía hacia malabares. Ella vio eso en él, y sin decirle más, lo besó, lo tomó por sorpresa sin duda, pero Mathias la tomó por el rostro y continuó el beso, duro tanto este momento que las velas se apagaron y a él le vino a la mente esa sensación de estar alucinando, de que esta mujer no podía ser real, la complejidad de su ser, lo atrapante de su personalidad, sin notarlo, exhaustos durmieron en el mismo espacio.
Cuando el abrió sus ojos, la luz lo cegó momentáneamente, y no era el sol , ella era, rubia y radiante como el sol, verla le dio más fuerzas de las que imagino, algo había cambiado, se sintió capaz de dejarlo todo y olvidarse del tiempo. Caminaron por el campo, tomados de la mano con una canasta y algo de beber para elegir un punto en el campo y sentarse a comer, sin apuro, sin pausas, solo fluyendo. Hablaron sobre sus familias y sobre sus ideales después de la guerra, eran jóvenes y todavía había camino que recorrer, para su gusto, pensaban igual en ese sentido, estaban muy cómodos en presencia del otro, Mathias no desaprovechaba oportunidad alguna para besarla o hacerle saber que ese encuentro parecía más bien predestinado, es más le hizo saber las diferentes posibilidades de como hubiese llegado a la misma situación geográfica y diferentes escenarios en los que ella lo hubiese ayudado. Estaban de acuerdo, estaba fascinado por su perspicacia además de por su belleza, y por sobre todo, por su deseo de cambio, de ayuda. Mientras atardecía acordaron que esta guerra se acabaría y que partirían a otra ciudad, libre lejos de conflictos, donde puedan continuar su vida. En la noche el tiempo le recordó a Mathias que todavía estaba presente, y su forma de presentarse era a través de ella, con la noche una vez más parecía que su fascinación había él, se desvanecía. A manera de intentos de capturar a su belleza de nuevo le dijo la ciudad que para él le parecía la indicada, que había escuchado era la más tolerante al momento, ella lo interrumpió y le hizo saber que lo sentía que ella era así que no se preocupe pues era normal para ella estos cambios de su comportamiento, no era nada personal.
Pero para el si era personal, su vida hasta el momento la iba a dejar todo por ella, lo desarmó un poco, aquella noche no pudo hablar, solo se dedicó a observarla, a grabarla, a amarla sin hablar. Casi a media noche ella entro en la cama, lo sorprendió lo emocionó, se amaron, toda la noche hicieron el amor, no durmieron hasta el punto más frio de la madruga, que siempre es hasta antes que salga el sol. * Mi luna susurró él.
Con los primeros rayos de sol ella se encontraba de espaldas, tenía una forma muy particular de despertar, algo que enamorada, encantadora de verdad, Mathias corrió al campo y encontró un par de flores que las llevo al pie de la cama para que cuando ella despertara las encontrara. * Mi sol susurró a su oído.
Ella despertó, lo beso y volvió a dormir un poco más,
Cuando el salió de nuevo, observó todo el campo y como una lanza atravesando su estómago recordó su misión, y a su mente vinieron todo tipo de imágenes y estrategias de cómo utilizar ese espacio a su favor, para que se las comunicaran a Aníbal y él las pueda idear mejor y emplear. Caía el medio día y la hermosa mujer dormía aún, con la boca seca y la cabeza mareada se debatía por dentro y se partía, solo deseaba que ella despierte, quería hablarle, pero tuvo que esperar, mucho hasta que caía casi la noche. * Mujer hermosa, has dormido lo que dura la presencia del sol.
Para su sorpresa ese despertar no había sido el deseado, el tiempo apremiaba, las tropas estarían allí para la siguiente mañana posiblemente, no lo sabía con exactitud, mientras ella se levantaba lentamente, con el ritmo que solo las bellas pueden tomarse, él hablaba muy rápido, de estrategias, de planes, de caminos, de ciudades, que debían partir ya, que si bien su ejército estaba cerca el romano posiblemente también, ella no lo escuchaba o si lo hacía no parecía hacerlo, solo respondía que le parecía bien, que ella también lo amaba.
El perdía la paciencia a cada paso, pero las palabras de ella eran sinceras, lo amaba y el a ella, se debatía, se partía, caída la media noche y apenas cruzado unas pocas palabras, tomó una decisión, se la comentó, ella se sentó en la cama y durmió. Él se sentó igual, no durmió.
Mi sol, mi luna, te amo.
A la siguiente mañana él ya había partido, adelantando el paso, encontró a jinetes de la avanzada, les contó el plan a seguir, y ellos le dijeron que los romanos estaban muy cerca ya de Bolonia y que debían evitarla pues una batalla innecesaria sería bajas para el ejército, no contaba con tal situación, no tenía más tiempo tenía que cabalgar de vuelta a Bolonia y llevársela, al menos asegurarse de que para cuando él llegue ella ya no este y haya seguido el plan para llegar a su punto de encuentro.
Viajo, corrió a la velocidad máxima que su caballo le dio, solo pensaba en que debió insistir más, no debió darse por vencido, debió llevarla con él, no debió ir donde sus compañeros de batalla sino al lado contrario. Perdió la paciencia y actuó, tomó la decisión que pensó que los beneficiaría, confió en que ella escuche sus palabras. Cuando por fin llego a la pequeña casita ella ya no estaba, todo estaba en su lugar menos ella. Su corazón se alegró, pero por poco tiempo puesto que escucho a lo lejos jinetes que no eran de sus aliados, así que partió lo más rápido que pudo y los evito, más adelante se encontraría con sus compañeros de batalla. Aníbal ganaría todas las batallas a continuación, pondría el Imperio Romano de rodillas, pero no lo exterminaría como debió, y ese fue su error, quería someterlos, no exterminarlos, es algo que no pudo y perdió la guerra, se exilió y tomo su vida.
Pero esa no era la batalla perdida que atormentaría a Mathias. Una vez acabada la batalla se dirigió a Éfeso, donde esperó encontrar a su amada, mas ella no llegó, perdió la única batalla se decidió a ganar, se apresuró. Perdió. El tiempo le recordó que si bien nada es eterno, puedes mantenerlo contigo por toda tu vida. * Mi sol, mi luna, no sé si te vuelva a encontrar te he esperado todos estos años, pero se que de alguna u otra forma volveremos a estar juntos y nunca te voy a dejar, porque así están escritos nuestros caminos. Mi amor eterno.

Nicole.