Las teorías liberales y los principios de gobernabilidad
Thomas Hobbes: Leviatán. Segunda parte Natalia Conti 1 – Consideraciones sobre el autor Thomas Hobbes (1588-1679), estudió literatura clásica en Oxford, aprendiendo los modales y costumbres de la época, a los veinte años fue preceptor y luego secretario del hijo del primer conde de Devonshire, conociendo por este empleo a los nobles e intelectuales más importantes de Europa y formándose además, en materias dispares. En estas experiencias se encuentra el germen de su doctrina, tal como lo comenta Enrique Tierno Galván 1, que se reduce a “el hombre es un animal esencialmente egoísta, y la fórmula primera y fundamental del egoísmo es la supervivencia”. 2 – Leviatán, segunda parte: Del Estado Hobbes expone el principio de conformación del estado, explicando que en el estado natural, los hombres son movidos por sus pasiones que los inducen a la parcialidad, el orgullo, la venganza y cosas semejantes, esto genera una situación de permanente conflicto, de guerra de todos contra todos que perdura en tanto no exista un poder visible que los sujete por temor al castigo, por la realización de pactos o la observancia de leyes naturales. Así, si bien los hombres aman su libertad y el dominio sobre los demás, introducen la restricción sobre sí mismos de formar estados con la finalidad de cuidar su propia conservación y acceder a una vida más armónica. De esta manera, el camino para erigir un poder común con la capacidad de defenderlos a todos contra la invasión de los extranjeros y contra las injurias ajenas, es conferir todo su poder y fortaleza a un hombre o asamblea de hombres (que por pluralidad de votos puedan reducir sus voluntades a una voluntad). Es decir, surge un “pacto” mediante el cual se transfiere a un hombre o asamblea el derecho de gobernarse a sí mismo con la condición de que los demás transfieran también sus derechos, a cambio de que esta multitud única en una persona denominada “Estado”, utilice la fortaleza y medios de todos, como juzgue oportuno para asegurar la paz y defensa común. Esta es la generación del Leviatán, dios mortal al que se le debe la paz y defensa. Cabe destacar, que ese pacto obliga a partir de la fuerza pública, la libertad de acción del hombre o asamblea erigidos como soberanos es sustentada por la fuerza de todos los que
1

TIERNO GALVÁN, Enrique; “Estudio preliminar”, págs. IX-XVI, en Hobbes, Thomas; “Del Ciudadano y Leviatán”, Ed. Tecnos SA, Madrid, 1993.

1

están unidos bajo esa soberanía. Así, si alguien actuara de modo contrario al pacto lo haría injustamente. El titular del Estado se denomina soberano y el autor reconoce dos conductos del poder soberano que éste ostenta: la fuerza natural (del hombre que somete a sus hijos o por actos de guerra, se somete al enemigo), que conforma el estado por adquisición y voluntariamente, en la confianza de la protección, conformándose el estado político o por institución al que se referirá la obra. “De la institución del Estado derivan todos los derechos y facultades de aquél o aquellos a quienes se confiere el poder soberano por el consentimiento del pueblo reunido”, de esta manera, todas sus acciones y juicios, son tales, como si las hubieran realizado cada uno de sus súbditos. Por tanto el soberano nunca puede ser acusado de injusticia por sus súbditos. Además, le corresponde al soberano ser juez e instituir todas las opiniones y doctrinas que prevengan la guerra y la discordia, como así también prescribir las normas en virtud de las cuáles cada hombre puede saber qué bienes puede disfrutar y que acciones puede llevar a cabo sin ser molestado por sus conciudadanos. De esta forma, el soberano detenta la suma del poder ejecutivo, judicial y legislativo, estableciendo también los límites a la libertad de sus súbditos, incluso los límites a la propiedad. Interpreta la ley civil en caso de controversias, puede declarar la guerra, elegir a todos sus consejeros, ministros, magistrados y funcionarios y establecer los premios y castigos a sus súbditos. El soberano tiene todas las facultades que le permitan garantizar la seguridad de sus súbditos. Hobbes considera que estos derechos son esenciales e inseparables para conservar la paz y la justicia, bien para el cual se instituye el Estado. Los hombres restringen su libertad porque, según explica el autor, la incomodidad que proviene de este hecho y lo que puede suceder de cualquier forma de gobierno es apenas sensible comparado con “las miserias y horribles calamidades que acompañan a una guerra civil o a esa disoluta condición de los hombres desenfrenados, sin sujeción a las leyes…”. También comenta que el soberano debe hacerse de los recursos necesarios en épocas de paz para aplicarlos a garantizar la seguridad del pueblo en épocas de guerra, y del agravio que puede considerarse este aporte para los súbditos que no visualizan las miserias que pueden ser evitadas con tales aportes. También hay una alusión a las diversas “especies” de gobierno, monárquico, aristocrático y democrático, que difieren en la conveniencia para garantizar la paz, no en diferencia de poder. Mediante pactos y también a los efectos de asegurar la paz y por tanto la conservación, los hombres han creado “cadenas artificiales” llamadas leyes civiles, fijándolas fuertemente a los labios del soberano y a sus propios oídos. Estas reglas le permiten reconocer lo justo de

2

lo injusto, establecer lo que es contrario y lo que no es contrario a la ley. El soberano es legislador y por tanto su voluntad le da autoridad a las leyes. Se mencionan como causas que debilitan al estado, cuando el soberano se conforma con menos poder que el necesario para garantizar la paz y defensa, las doctrinas sediciosas que aseguran que cada hombre es juez de las buenas y malas acciones, cuando el soberano se somete a las leyes civiles, las doctrinas que afirman la propiedad absoluta de los bienes a los súbditos, excluyendo del derecho al soberano, las doctrinas que dividen el poder soberano, estas doctrinas generan situaciones que debilitan ese poder atentando contra la capacidad de asegurar la defensa de los individuos. Resulta interesante la necesidad de instruir al súbdito en la obediencia debida al soberano y el llamado al expurgo de libros de política e historia de los antiguos griegos y romanos para evitar rebeliones. Si bien las circunstancias actuales no pueden compararse con la realidad de Thomas Hobbes escribiendo el Leviatán, puede obtenerse de su lectura la causa de la institución del Estado. El poder soberano, ostentando facultades ejecutivas, legislativas y judiciales y el surgimiento de la ley civil. El pacto de los súbditos de obediencia a cambio de seguridad, aún a costa de porciones de su libertad natural. No obstante, en la actualidad, en situaciones donde la seguridad de los estados se ha visto amenazada, la ciudadanía ha aceptado el cercenamiento de porciones de sus libertades individuales en pos de la seguridad nacional, lo que de alguna manera, podría retrotraerse a la visión de Hobbes del Estado, tal es el caso de Estados Unidos luego del atentado del 11 de setiembre de 2001.

3