Las reformas borbónicas
Pedro J. Frau-Irizarry
HIS/P110
Prof. Léster López-Nieves
Universidad de Phoenix

A la llegada del siglo XVIII, y en respuesta a los grandes cambios y transformaciones de las demás naciones europeas, en España también se suscitó una serie de renovaciones que marcaron o definieron drásticamente la historia de este país así como la de sus colonias, y cual Puerto Rico no fue la excepción. La índole de estos cambios fue en su mayoría de carácter político, comercial-económico y administrativo, y cuales también incluyeron el aspecto militar. Y como el objetivo o fin era mejorar las estructuras ya existentes [en síntesis, recuperar la supremacía (marítima) comercial y militar, y defender más efectivamente –explotando al máximo– los inmensos recursos coloniales] se les consideró ‘reformas’. Pero es aquí donde cabe destacar que quienes trajeron consigo estas ideas –adoptadas de su oriunda fisiocracia francesa– y su subsecuente implantación formal fueron los miembros de la dinastía (o casa) Borbón. De ahí el nombre tan reconocido “reformas borbónicas”. Éstas fueron iniciadas por Felipe V (1700-1746), ampliadas por Fernando VI (1746-1759) y mejoradas primordialmente por Carlos III (1759-1788).

La realidad de aquella época, era que España se había debilitado grandemente, tanto que se ha considerado este período como uno de los más apremiantes o críticos de su historia, pues ya muy pocas naciones vecinas podían ver que España siguiese siendo el país más poderoso de Europa. Pero aparte de varias causas subyacentes [derrotas militares, ruinas económicas, merma alarmante en la población], la razón primordial para dicha decaída fue la falta de dirección diestra por parte de su monarquía; la carencia (o pérdida) de un gobierno capaz y estable que no cediese su poder y autoridad ante cualquier atisbo de presión, fuese interna o externa. Por ende, si el Imperio Español habría de subsistir y recuperar su poder y control político, marítimo y comercial, además de erradicar el contrabando –crecientes necesidades y problemas que los previos monarcas (‘habsburgos’) no pudieron resolver– debía decididamente cambiar o ‘reformar’ no sólo su estilo o métodos de gobernación, sino también su estructura o sustancia. [De ahí que se creasen virreinatos, capitanías y comandancias con el fin de distribuir el control de manera más eficaz.]

De hecho, se puede afirmar que esto fue lo que en efecto sucedió bajo la dinastía borbónica (o francesa, por su procedencia), tanto así que algunos historiadores la han denominado o atribuido el término ‘revolución’, pues abarcó la sociedad y el Estado españoles. Y las bases de este nuevo espíritu (reformista) se hallaron en los movimientos intelectuales conocidos como la “ilustración”, cual procedía a su vez del “racionalismo”; aunque este último no tuvo un efecto profundo en aquella sociedad española, debido a que era un pensamiento o doctrina –en esencia– contrario a lo que enseñaba la religión. En cambio, la Ilustración española fue considerada como algo de carácter práctico, además de ser reconocida oficialmente al imponerse desde los mismos funcionarios del gobierno, quienes se dejaron guiar por los principios más funcionales para desarrollar y llevar a cabo sus programas.

Claro, no se puede automáticamente inferir que estos cambios fueron absolutamente positivos o provechosos para todos los implicados. La realidad es que los mismos cambios que ocasionaron la recuperación de la nación, a su vez trajeron consigo fricciones, desacuerdos y perturbaciones en la mayoría de la población común, que fueron los móviles para las posteriores rebeliones buscando independencia de la metrópoli (o monarquía española). Pero teniendo presente que la visión de los Borbones era que España volviese a producir –como en épocas anteriores– grandes ganancias comerciales para la monarquía como también para el resto de la población española, desde esta perspectiva sí se logró su meta. No obstante, estos efectos o resultados no fueron rápidamente evidentes en Puerto Rico, ya que la alta jerarquía española no le mostró mucho interés o atención particular hasta décadas más tarde.

Referente al ámbito comercial, ahora la economía no giraría mayoritariamente en torno a la ganadería, pues se le dio gran énfasis en desarrollar de nuevo las actividades agrícolas, las cuales aumentaban con marcada rapidez, y tenían el fin de promover no solo el comercio y consumo local o interno, sino también el cultivo comercial o de exportación. Y para estos efectos se diseñaron incentivos fiscales y créditos contributivos. En fin, vislumbraban q sus mismas colonias fuesen las que proveyesen eficientemente las materias primas y consumiesen lo manufacturado por los españoles. De ahí surgió al paso de los años la “Compañía de Barcelona” (1755), que pretendía fomentar esta agricultura de exportación de Puerto Rico, entre otras islas. Estos cambios –que fueron favorecidos y apoyados por la Corona Española– permitían nivelar la economía al darles la oportunidad a los pequeños agricultores para que entrasen al comercio de forma perceptible y contundente. Y estos logros en su mayoría se debieron a la súbita y acelerada difusión extendida del café, y al resurgimiento del cultivo de la caña de azúcar; industria que parecía haberse paralizado por casi dos siglos.
Mas nuevamente, y como detalle adverso, todo esto a su vez creó la necesidad apremiante de manos obreras para satisfacer la creciente alta demanda de los productos y materia prima, y por consecuencia, la ahora incesante actividad comercial. Eso fue lo que dio paso al gusto desmesurado por importar esclavos africanos, cuya esclavitud comenzó a florecer de manera drástica precisamente durante esta época.

Tocante a la actividad marítima mercantil, que en buena medida estaba bastante relacionada al aspecto militar, se promovió la construcción de numerosos barcos aptamente equipados, mientras que por otra parte se descartaba el uso de galeones y flotas marinas. Y con el objetivo de contrarrestar el contrabando de los piratas y/o corsarios británicos, holandeses y portugueses, tanto a la marina como a la milicia se le reestructuró proporcionándole educación y disciplina, promoviendo que sus miembros se convirtiesen en profesionales, entre otras medidas., y la Armada se fortaleció con la creación de diferentes bases, fuertes o fortalezas, murallas, guarniciones, etc. mejorando la infraestructura en las instalaciones portuarias de las más importantes ciudades, y activando las industrias auxiliares de la navegación, así como de la misma milicia. Para lograr todo esto se necesitó aumentar considerablemente el presupuesto militar a nivel general, el cual se sustraía de la agricultura, minería {mayormente de plata extraída de México}, manufactura y pequeños comercios. De este modo se podía comprar más y mejores equipos arsenales a las tropas y embarcaciones, pero cual materia prima (nuevamente) se extraía del mismo suelo colonial o español. Toda esta gesta elevó al ejército a una jerarquía y poder mayores.

Una de las reformas más importantes o impactantes por su trascendencia para la isla, fue la que implantó el Mariscal de Campo Alejandro O'Reilly, quien fue enviado a Puerto Rico por la corona española (1765) con el propósito de crear o formalizar una milicia ordenada y sistematizada. De hecho, así se le conoce a este personaje, como el “padre de la milicia puertorriqueña”, ya que su visión y esfuerzos se centraron en crear en las tropas locales un enfoque y acepción a la disciplina militar; de ahí el apodo designado “Milicia Disciplinada”. Y en honor a ese nombre proveyó a esta de milicia de un eficiente adiestramiento, cual de no haber sido sometida de esta rigurosa manera, no se habrían rendido los frutos en gloria y fama que la misma recibió cuando se midió ante futuros retos militares. Pero el éxito no se basó sólo en los entrenamientos a los soldados, sino en la ardua labor de hacer de la ciudad de San Juan una de las más potentes fortificaciones militares de las Américas, pues este puerto debía ser protegido de invasiones extranjeras por ser un importantísimo punto de escala cuando las flotas españolas cruzaban hacia América, y porque les sería aún más contraproducente si se convertía en una base enemiga. Claro, la situación con todo esto, y una de las críticas más severas a esto fue que las tierras –y el cultivo de éstas– fueron abandonadas o descuidadas, en especial las que se hallaban a las afueras de todos aquellos muros. Se llegó a vivir en extrema pobreza, la cual era más marcada mientras más se alejaba de la ciudad capital.

Se puede resumir entonces que, las reformas borbónicas cumplieron un propósito definido y pautaron una serie de cambios drásticos y consecuentes en la isla [al igual que en otras colonias españolas], que aunque muchos se pueden denominar positivos y provechosos, y cuales beneficios son innegables a lo largo de la historia puertorriqueña, otros se pueden considerar objetables ya que trajeron consecuencias nefastas que también repercuten hasta nuestro presente. En fin, todo forma parte de nuestra historia, nuestra cultura, de lo que somos actualmente… pues cada evento le sucedió al otro para que se haya llegado a los resultados sobre la realidad que vivimos: unas veces es buena (o aceptable), y otras, pues hacen añorar volver al pasado para erradicarlas o brincar hacia el futuro para intentar verlas desaparecer.

Referencias

http://html.rincondelvago.com/reformas-economicas-borbonicas.html

http://pr.kalipedia.com/historia-puertorico/tema/reformas-borbonicas.html

MCGRAW-HILL, PUERTO RICO, CINCO SIGLOS DE HISTORIA, 2DA.
EDICIÓN, FRANCISCO SCARANO FIOL, 2000, PÁG. 310-325